Como boliviano y demócrata
me congratulo y congratulo a la ciudadanía y a parte de las autoridades
electorales por el hito alcanzando el domingo 17. La luz venció a las sombras,
tanto en la propia realización del hecho electoral como, en conjunto, por los
resultados que emergieron de las urnas.
Justamente por ello, me
encuentro en el dilema de escoger uno de dos grandes temas que me llaman para
convertirlos en columna. Lo que he decidido es abordar el inmediato (el que se
revela a partir de los resultados) y posponer el mediato (algunas observaciones
a ciertos procedimientos y actitudes que se dieron durante el proceso).
Como tocada por el Hado
propicio, Bolivia recupera la senda democrática que había sido prácticamente borrada
por el régimen que, aupado, paradójicamente, gracias a la generosidad de la
propia democracia, hace 20 años, se ocupó de socavarla sin miramientos. Ya no
cabe -lo hemos venido haciendo sostenidamente- abundar en detalles sobre dicho atentado
perpetrado bajo el alar del “cambio”, muletilla de la que sus ideólogos se
colgaron.
Solo a efectos de
contraponer lo que viene de lo que fue, podríamos decir que se aproxima el
recambio -o, mejor, el re-cambio- y esta sola enunciación me (nos) ilusiona.
La conformación del nuevo
Poder Legislativo ya prefigura un relativamente sólido muro de contención a
cualquier intento de retorno del “ancien régime” (¡Qué ganas de decir esto que
tenía!). Esto no quiere decir, en modo alguno, que se diluyan las diferencias
político-programáticas de las expresiones partidarias que lo compondrán. No
obstante, en decisiones de gran importancia para la el país deberán llagar a
consensos, pactos, que las viabilicen.
Hay medidas, acuerdos, que
no deberían generar mayor discrepancia al interior de Parlamento (me gusta
llamarlo así); algunos en el cortísimo plazo, otros, en el mediano. Esta agenda
de crisis debería considerar compromisos como los siguientes:
Carreteras expeditas 365
día al año. Está comprobado que no hay mayor daño autoinfligido al movimiento
económico interno que el causan los bloqueos a nuestras carreteras -además de
ser uno de los factores que ha determinado la cuasi exclusión de Bolivia del corredor
bioceánico-. El Parlamento debería emitir una ley-express al respecto
facultando al Ejecutivo la prevención y, en su caso, la intervención pronta
ante cualquier apresto de bloqueo carretero.
Aunque corresponde al
titular del Ejecutivo, gane quien gane, éste deberá manifestar, en lo posible
de manera notariada, su voluntad de no postular a la reelección. De esa manera,
las acciones o proyectos de ley que la Presidencia remita al Congreso no
generarán resistencia ante sospechas de “medidas reeleccionistas”. Por su
parte, para ratificar dicha voluntad, deberá comenzar el trabajo para la
convocatoria a Constituyente con ese y otros importantes motivos. Mi
pregunta-provocación es ¿Puede la Constituyente, a tiempo de cumplir su misión,
proponer su propia disolución para que, a futuro, las reformas
constitucionales, sobre todo la reforma total, sean menos pesadas?
De inmediato, iniciar
acciones para la elección de los nuevos miembros del Tribunal Electoral, de tal
manera que vuelva a ser la referencia de confianza y transparencia que alguna
vez tuvo la Corte Nacional Electoral. Esto es, que esté conformado, en su
totalidad, por ciudadanos probos, evitando, por ejemplo, las “tahuichis”.
En la misma dirección
institucionalizadora, debería, a la brevedad posible, encarar el proceso de
elección-selección-designación congresal de las máximas autoridades en
instituciones y empresas públicas -prácticamente, estos 20 años han sido
interinas y políticamente nombradas-: Contraloría, YPFB, INE, ASFI…
Bienvenidos de nuevo, República, Democracia y Estado de Derecho.